Aita Tettauen by Benito Pérez Galdós

Aita Tettauen by Benito Pérez Galdós

autor:Benito Pérez Galdós [Pérez Galdós, Benito]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1904-01-01T00:00:00+00:00


- XII -

Al siguiente día, el sol se declaró francamente español desde las primeras horas de la mañana (15 de Enero), rasgando las nieblas y alegrando con su claridad y su lumbre así los montes y valles como los corazones. Las naves que traían la nueva División echaron anclas en la rada anchurosa. Las fragatas Blanca y Princesa de Asturias inutilizaron con pocos tiros el fuerte Martín y sus anexos militares. Los pobres moros que defendían con artillería vieja, del tiempo del Diluvio, la entrada del Río, huyeron a la desbandada, imprimiendo en el fango de las marismas la huella inequívoca de sus babuchas. Desembarcó infantería de Marina para posesionarse del Fuerte; desembarcó en la playa del Norte, entre Río Martín y Río Lil, la División del General Ríos, compuesta de ocho batallones de Línea y Cazadores y un escuadrón de Caballería; pisaron tierra sin dificultad las acémilas y todo el matalotaje de impedimenta. Continuaban llegando barcos con el nuevo tren de sitio, y copiosas remesas de provisiones para todo el Ejército. ¡Día lisonjero para España, que olvidaba las horrendas fatigas de la marcha por la costa! «¿Por qué no empezamos la guerra por aquí?» era la pregunta que todos se hacían a sí mismos y a los demás. Consolábanse con la idea de que el paso de Ceuta a Río Martín había sido un aprendizaje necesario, un ejercicio de gloria y muerte, por el cual llegaban al pie de los muros de Tetuán dotados de una fuerza invencible.

Al paso que se efectuaba el desembarco de hombres, víveres y municiones, Ros de Olano avanzaba hacia el llano; Prim le cubría la retaguardia. De lo alto de la Torre Geleli, donde el Imperio tenía su Cuartel general, se destacó gran caterva de moros a pie y a caballo; mas no contaban con las piezas rayadas que en batería mandó colocar O'Donnell en punto muy bien escogido, cubriéndolas con fuerzas de Infantería y Caballería. Avanzaron los árabes con la chillona algazara que les sirve de música, y cuando se les tuvo a conveniente distancia, se abrieron las filas que cubrían los cañones, y estos empezaron a escupir granadas. Los moros de a caballo, que no bajaban de ocho mil, y los doce mil infantes, no aguardaron a que los cañones echaran de sí toda su saliva, y retrocedieron con horroroso pánico, refugiándose en las fragosidades de Sierra Bermeja… Los españoles no tuvieron aquel día ni una sola baja: día y acción memorables.

Ya era don Leopoldo dueño del llano bajo de Tetuán. Al siguiente día, molestados por un furioso aguacero, armaron los españoles sus tiendas en los puntos conquistados. El Cuartel general acampó junto al Fuerte; a su derecha, en el sitio más próximo al mar, Prim con el Segundo Cuerpo; río arriba, junto al caseretón de la Aduana, también abandonado por los moros, Ros de Olano con el Tercer Cuerpo, Ríos con su División y la de Reserva. El grupo de tiendas de esta gran masa de tropa, con los parques, acémilas, maestranza, etcétera, formaba una ciudad populosa y animada.



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